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8/15/2020

Restaurante Kimeriko, Las Palmas de Gran Canaria

Cierre los ojos, respire hondo y concéntrese en el aroma, si el que percibe es una cosmopolita mezcla de salitre, brisa marina y bullicio capitalino, nos atrevemos a afirmar sin miedo a equivocarnos que se encuentra usted en las inmediaciones de Guanarteme en Las Palmas de Gran Canaria, histórico barrio que abraza entre sus estrechas calles el establecimiento del que hoy hablaremos.

 

Kimériko es mucho más que un restaurante, es la quimera que una vez anhelaron un padre y su hijo, un proyecto convertido en realidad apenas un año y medio atrás que hoy es un must en cuanto a gastronomía se refiere en la ciudad. 



Para continuar escribiendo sobre Kimérico es conveniente hacerlo antes del equipo que capitanea esta nave y la conduce sin solución de continuidad a lugar de peregrinación de los paladares más exigentes de la capital grancanaria, de este modo, Kiliam y Alfredo Navarro forman tándem al frente del restaurante, el primero, joven arquitecto y loco apasionado por la cocina, el segundo veterano chef curtido en mil cocinas, el primero gerente, el segundo cocinero, el primero hijo, el segundo padre. 



Kimérico ocupa el mismo local que el mítico "Cortijo del Boti", en el número 28 de la calle Tomás Alba Edison, de hecho la decoración se inspira en la del que antaño fuese lugar de culto para los parroquianos del céntrico barrio, en consecuencia el espacio conserva las vigas de madera que cruzan el techo del restaurante y que le confieren ese carácter tradicional, ahora combinado con elementos rejuvenecedores como las instalaciones decorativas colgantes en forma de bandada de pájaros o el excelente uso de la luz, que va desde el aprovechamiento diurno de la natural que las ventanas que las dos fachadas a la calle proporcionan al espacio, hasta el inteligente y sorprendente uso de la luz trasera azul de la zona de barra. Las paredes blancas y onduladas adornadas de coloridas pinturas contrastan con la madera oscura que domina el suelo y las mesas, consiguiendo de este modo que el comedor resulte un lugar cálido y acogedor.



Hablemos ahora de la comida, que sin duda es por lo que el amable lector se detiene en estas líneas, de esta forma, la equilibrada carta de Kimériko es a la vista una extensa sucesión de manjares de difícil elección por parte de los comensales, y decimos comensales, en plural, puesto que la mayoría de las elaboraciones están concebidas para ser compartidas. Las propuestas son una suerte de combinación entre el recetario tradicional ejecutado con materias primas foráneas y platos de la cocina internacional interpretados con productos locales, de esta manera, como entrantes podemos encontrar el sugerente wontón de quesos canarios con mermelada de chorizo de Teror o la excelente reinterpretación del tradicional bocadillo de calamares con alioli de ajo negro y pan bao japonés. Los platos principales no van a la zaga de las primeras propuestas y en este caso podemos deleitarnos con el sabrosísimo bacalao con glaseado de piña y cuscús o las costillas de cerdo caramelizadas con puré de papas. Mención aparte merece la nómina de postres con el espectacular Kakaotiko; caótica mezcla de cuatro texturas de chocolate a cada cual más sorprendente o El Canario, una elaboración consistente en chutney de plátano, tarta de queso canario y jarabe de gofio.



 

Todo lo anteriormente expuesto son solo palabras que intentan dibujar una verdad gastronómica latente en el corazón de la ciudad, pero entendemos que sea usted de alma incrédula, por lo que desde estas líneas cursamos formal invitación para que sea usted mismo quien pudiera poner la rúbrica a este artículo.